¿CÓMO MEDIR LA INTENSIDAD DEL EJERCICIO FÍSICO?
Aunque existen multitud de métodos para medir la intensidad del esfuerzo físico (por ejemplo midiendo la frecuencia del pulso, mediante GPS y acelerómetros, etc.), uno de los métodos más prácticos es utilizar la Escala de Percepción del Esfuerzo o Escala de Borg. Esta escala mide la percepción que cada uno de nosotros tenemos del esfuerzo físico que realizamos, valorándola como “muy muy suave”, “muy suave”, “suave”, “algo dura”, “dura”, “muy dura”, o “extenuante”. Dichas apreciaciones se relacionaran con una escala numérica que va del 1 al 20.
La intensidad valorada como “moderadamente dura” (entre 13-14) equivale a la del umbral anaeróbico. Es decir, hasta esa intensidad el ejercicio se considera aeróbico, y a partir de la misma el ejercicio es anaeróbico. Por ello, el ejercicio que proporciona más beneficios es aquel que sentimos como suave o moderadamente dura, y que permite continuar hablando (mantener conversación) mientras se realiza el ejercicio.
¿CÓMO ACTÚA EL EJERCICIO FÍSICO SOBRE EL ORGANISMO?
El movimiento implica un aumento de las necesidades de energía, fundamentalmente a nivel muscular, pero también en otros órganos como el sistema cardiovascular, sistema nervioso, respiratorio, metabólico y otros. Para responder a esta mayor demanda de energía, se ponen en marcha y activan la mayor parte de los sistemas: el cardiovascular, para bombear y transportar más sangre; el respiratorio, para tomar mayor cantidad de oxígeno que luego la sangre transporte hasta los músculos; el metabólico, para aportar los nutrientes (hidratos de carbono y/o grasas) necesarios a nuestros músculos; así como el sistema nervioso y hormonal que se encargan de coordinar todos estos procesos.
Este estímulo sobre cada órgano y sistema ligado al ejercicio, hace que a medio plazo se produzcan adaptaciones que mejoran su funcionamiento y capacidad. Durante el ejercicio se gasta energía y se modifica la función de la mayoría de los sistemas. En la recuperación se restablece el equilibrio e incluso llega a mejorar su función según se repite el entrenamiento. Todos conocemos que en biología hay un principio básico: “todo órgano o sistema que no se estimula o utiliza se atrofia”, y en este sentido, el ejercicio físico es un claro ejemplo de este modo de comportamiento.
La práctica regular de ejercicio físico (entre 3 y 5 veces por semana) promueve efectos beneficiosos para la salud en general y también para nuestras defensas inmunológicas frente al cáncer.
• Efectos sobre salud en general.
• Reduce el riesgo relativo de mortalidad por cualquier causa.
• Nos ayuda a mantener el peso ideal, reduciendo el peso graso y aumentando el muscular.
• Reduce los niveles de presión arterial.
• Mejora la función del sistema cardiovascular.
• Ayuda a prevenir la osteoporosis y a retrasar la artrosis.
• Reduce la incidencia de molestias de espalda.
• Ayuda a prevenir la diabetes tipo 2.
• Mejora la autoestima.
• Reduce la incidencia de depresiones.
• Combate los efectos del envejecimiento.
• Efectos sobre salud oncológica/inmunológica.
CALIDAD DEL SEMEN Y EL EJERCICIO FÍSICO
Esto no es ninguna broma, la calidad del semen ha ido descendiendo en las últimas décadas en los hombres de los países más desarrollados, pero las razones no están claras. Los hábitos sedentarios cada vez más extendidos pueden tener una importante influencia. Recientemente, se han publicado los resultados de un estudio (Gaskins y col, 2013; Br J Sports Med 4-feb) en el que los autores evaluaron la relación entre la actividad física desarrollada y las horas dedicadas a ver televisión (TV) sobre parámetros relacionados con la calidad del semen, en sujetos jóvenes (18-22 años). Los resultados mostraron que la concentración y número de espermatozoides se relacionaron directamente con la actividad física desarrollada, de manera que los sujetos más activos mostraron concentraciones de espermatozoides hasta un 73% superior, frente a los sujetos menos activos. Observaron también una relación inversa con las horas dedicadas a ver TV (TV, DVD, video, etc.), de manera que los sujetos que veían TV mostraron concentraciones de espermatozoides hasta un 44% inferior, frente a los sujetos que menos veían TV. Ni la actividad física, ni las horas viendo TV, tuvieron influencia en la movilidad o morfología de los espermatozoides.
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